Ante Nuevos Compromisos Aceptar, Delegar O Rechazar

¿Por qué tanto estrés? Parte 1

Miércoles, a media tarde de un día cualquiera de noviembre. Empieza a caer el sol y afuera hace fresco. En la oficina hay bastante movimiento aún y llamadas de teléfono se suceden por aquí y por allí. Apetece ir a tomar un café con los amigos. En mi bandeja de entrada hay un montón de correos electrónicos y tengo que acabar un informe para mañana por la mañana, no queda mucho pero me faltan energías. Entonces viene Pablo y me pregunta si tengo un instante, que ha recibido un email que quiere comentar. Me levanto y voy a su puesto de trabajo. ¡Craso error!

Esto es un ejemplo de por qué acabamos teniendo estrés. Puede parecer al revés: precisamente vamos a ver qué quiere Pablo porque quizás sea un email curioso y lo comentamos bromeando, y así me “desestreso”. O simplemente me levanto a ver qué quiere y así procrastino lo que tengo que hacer, porque no me apetece hacerlo, aunque no sea plenamente consciente de que me he levantado por este motivo.

He aquí uno de las causas de tanto estrés: no tener identificados los motivos que lo generan. Sencillo, obvio, pero no hay más. Seguramente crees que tienes identificados algunos motivos que lo generan, pero estás totalmente equivocado, son otros los motivos. Tener 100 trabajos a hacer no son la causa. La suma de pequeñas acciones o motivos como el descrito son los causantes, porque producen estrés al cabo del tiempo ocupar tiempo mal empleado, con la consecuente sensación de ahogo e incapacidad de cerrar frentes. Motivos algunos de ellos son tan banales como éste que acabo de describir.

Fíjate: tienes que acabar un informe, no te queda mucho pero faltan energías. No obstante, dispones de 30 minutos antes de salir del trabajo y puedes hacerlo. Pongamos que tardas 20 minutos en hacerlo debido a tu baja energía, te sobrarían 10. Levantarte e ir a ver a Pablo te ocupa 5 minutos, así que sales a tiempo. Hoy ha tenido suerte pero puede que un día tengas un volumen de trabajo que requiera el 90% de tu jornada laboral y, como que estás acostumbrado a desperdiciar el 25% en estas acciones o motivos, entonces resulta que ese día trabajas el 115%. Sales tarde. Y te fastidia.

El auténtico éxito en el camino de la búsqueda de la productividad es identificar ese 25% de tiempo mal usado y erradicarlo o usarlo con mejores fines. Entonces las cuentas salen: cada día ganarás un 25% de tiempo por lo que al final conseguirás ponerte al día con tus asuntos. Una vez estés al día, empezarás a “ganar tiempo” al trabajo futuro, trabajando antes las cosas, con más previsión, consiguiendo al final llegar a un punto en el que cumplirás con tus responsabilidades e incluso…¡te sobrará tiempo! Parece imposible, pero no lo es.

Decia el hombre saharaui al preguntarle un turista que qué es lo que hacía en su tiempo libre: “¿qué significa tiempo libre?”.

Este es uno de los motivos del porqué tanto estrés. Pero hay otro, estad atentos a las próximas entradas.

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